Lágrimas que se esparcen sobre mi rostro, gotas de sangre que adornan mis muñecas de trapo, divagando en mis esperanzas de tenerte, de al menos sentirte cerca, o de tal vez olvidarte, arrinconar tus recuerdos en la esquina de mis lamentos, consentir mi jauría de furia que muerde y destroza lo poco que queda de mi desterrado yo, de un intruso desamor.
Un trapito empapado de un “tal vez” que no es, ni pudo ser, deleitado con un río de lágrimas groseras que no se quieren detener…
Recorro nueva vez el círculo vicioso de mi falsa certeza esperanzada de ti, y encuentro todos los caminos cerrados, mi angustia cortada, mi felicidad frustrada, mi fe quemada…transformada en un monstruo irreconocible, dormido, que tal vez nunca despertará.
Mi último suspiro, antes de que con mis lágrimas desvanezca mi alma, y me abandone por siempre… apegada a un ansiolítico de fantasía, donde mis recuerdos vagan por el “no entiendo” de mi aturdida y extraña intuición de saber lo qué pasaría, lanzándome sin paracaídas, condenándome, matando mi potencial felicidad, con quien nunca la iba a protagonizar.
Solo escucho murmullos mudos, quedo ciega ante mi usurpado yo, yaciendo sobre una pútrida quimera miro mi reflejo ante el espejo despedazado, pregunto al oráculo, y asevero con ahínco, sin saber si mis lágrimas me dejarán vacía: quedará solo mi cascarón… cuando decidas regresar.