martes, 11 de mayo de 2010

Un atraco en la Gómez: Vol. II


Cada vez se hace más difícil caminar libremente por las calles de nuestra ciudad, no importa la hora, ni lugar, la seguridad ciudadana no existe.
Mientras que las autoridades repiten y repiten que la delincuencia se ha reducido, el contraste lo podemos ver en las calles de nuestra ciudad, donde nos pueden matar hasta por un celular.

He sido protagonista en dos ocasiones de estas historias, dignas de publicarse en la prensa, y la experiencia no ha sido muy bonita que digamos. La última ocasión me pasó el domingo 9 de mayo, al salir de mi trabajo (Listín Diario), donde no sé si trabajo para mí, o para algún hijo de puta que se le antoje atracarme. No me sorprende quienes fueron que ejecutaron esa acción: unos menores, quien sabe si bajo los efectos de alguna droga.

La impotencia que sentimos cuando nos despojan de lo nuestro, que con tanto sacrificio conseguimos, no es una sensación que se vaya de la noche a la mañana, no he olvidado la primera vez que me pusieron una pistola en la cabeza; sí, sentimos miedo, pero la rabia es mayor.
Es música para mis oídos cuando escucho que lincharon un delincuente, y cuando las personas toman justicia con sus propias manos.

Hay que cuidarse, y no hablo de andar “moca” en la calle, hablo de andar armado, con lo que sea, soy pesimista con relación al futuro de mi país, y sí, estoy de acuerdo con la pena de muerte (ilegal o legal), estoy de acuerdo con que se linchen a los delincuentes en plazas públicas, para que el pueblo decida qué hacer con ellos.

Sé que no será la última vez que me atraquen (por como anda la cosa), pero mientras esto ocurre, iré de compras a La Armería.